El fenómeno de la gentrificación en la ciudad contemporánea, sus causas, desarrollo y consecuencias ha sido una de las cuestiones que ha recibido un tratamiento destacado de los científicos sociales en las últimas décadas. Este interés viene determinado por al menos dos consideraciones.
En primera instancia, se da en un marco geográfico común a casi todas las urbes, el centro urbano, aspecto que hace que podamos analizar el fenómeno gentrificador en distintas ciudades, categorizándolo como un fenómeno global a la par que atendemos las especificidades propias de la urbe objeto de estudio. Este hecho vincula el estudio de la gentrificación con los planteamientos de teóricos de lo urbano que anuncian la existencia de diferentes partes dentro de una misma urbe, dando como resultado las llamadas ciudades cuarteadas, segmentadas o duales, partes estas, fruto de la reconfiguración social y económica del tejido urbano.
Por otro lado, gentrificación significa la reocupación de un espacio urbano por parte de una clase socioeconómica en detrimento de otra. Esta última es expulsada y excluida mediante la variación forzada, por los mecanismos de mercado, del precio del solar urbano. Esa variación, financiera, que va de menos a más, lleva asociada la rehabilitación urbana que crea un entorno de base historicista que es aprehendido por la nueva clase que se instala en él y que sirve para inserir la serie de mecanismos de rendimiento económico, de esa espacio urbano central.
Se trata pues de un fenómeno al que podemos asociar conceptos como reconversión urbana, recalificación urbanística, revalorización del precio del suelo, variación en el régimen de propiedad, etc. Todos ellos, alertan de una transformación del paisaje urbano, plasmada en una determinada valoración de ciertas tipologías de viviendas en detrimento de otras o bien por la construcción de nuevos edificios y el subsecuente derribo de otros. Derivado de ello, significa en muchos casos, la pérdida del contexto general donde enmarcar valores patrimoniales preexistentes, algunos de los cuales son recombinados en el proceso de gentrificación, dando un valor cualitativo a este y conformando un espacio ficticio que irónicamente se ampara en esos valores.
De esa forma, se puede decir, que el proceso gentrificador, supone una revalorización de un espacio concreto de una ciudad, con distintas vertientes:
La inmobiliaria vinculada a la propiedad urbana.
La socio económica, relacionada con los grupos humanos que se recambian.
La política cívica que capacita a la zona renovada para su inserción en una geografía de espacios públicos ciudadanos, susceptibles de ser sistemáticamente consumidos por todo tipo de usuarios.
Se trata de una revalorización urbana que si bien, parece dar solución a problemas de degradación y descomposición social de ciertas áreas de la ciudad esconde una forma de inserción de los mecanismos del capitalismo en lo urbano a través de la transformación de espacios, buscando extraer rendimientos a corto plazo. Ese sentido, sitúa a la gentrificación como un concepto ambivalente: signo de éxito para algunos; efecto pernicioso y no deseado para otros.
La Gentrificación como un fenómeno global
Aunque hace unas décadas se pudiera considerar la gentrificación como algo específico e incluso puntual de algunas ciudades concretas, actualmente se debe considerar como una política de desarrollo urbano de carácter global. La globalización del fenómeno se observa de forma indirecta a través del significativo número de casos que han sido estudiados en diferentes ciudades del planeta: Estambul, Shanghái; Singapur, Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Londres, Berlín o New York.
Los numerosos ejemplos analizados señalan que el desarrollo del fenómeno gentrificador, aunque global, está impregnado de numerosas especificidades, las políticas públicas, las características de la propiedad inmobiliaria, el nivel de planeación urbana, etc., que dependen de los contextos locales y nacionales donde se da. Esos casos estudiados coinciden en considerar la dinámica derivada de la gentrificación como sistemática y deliberadamente activada por los intereses de gestores urbanos, promotores y propietarios con el único propósito de extraer el máximo de plusvalías de los procesos de renovación urbana. Un propósito emanando del sistema capitalista que ahora convertido en un sistema global con capacidad de reproducirse, aún con sus especificidades, en cualquier ciudad del mundo, transformando funciones sociales y económicas de las ciudades.
Cómo señala, Smith, bajo los auspicios reestructurantes de la globalización a la escala urbana se le asignan funciones cómo lugar de producción soslayando su papel como espacio de reproducción social, siendo la gentrificación un perfecto ejemplo de ello.
Es también, un fenómeno que no debemos circunscribir sólo al papel del mercado inmobiliario en la renovación urbana. En el desarrollo gentrificador, también intervienen los sectores productivos relacionados con el ocio, el comercio y la cultura que en muchos casos actúan de forma integrada junto con ese mercado inmobiliario y las propuestas de planificación urbana. Tanto es así, que en la mayoría de los procesos de gentrificación, el capital cultural mantiene unos circuitos que se imbrican perfectamente con las dinámicas del capital económico.
Si decíamos que es un fenómeno global por su escala de implementación también, ha traspasado su localización inicial, las zonas centrales, y se está extendiendo a otras zonas de las ciudades con relativa celeridad. Así, se ha procedido a redefinir el mismo bajo el término “new build gentrification”, una conceptualización que alerta sobre como el fenómeno se ha extendido a áreas en desuso de las ciudades, áreas industriales o portuarias en abandono, núcleos urbanos fruto de la agregación de antiguos pueblos. Cabe mencionar, que esta acepción no sólo se refiere a la localización del fenómeno, sino que también señala la superación de aspectos claves de su conceptualización como el desplazamiento de población, la variación de clase socioeconómica en un entorno dado, que parecen modificarse y poco tienen que ver con las características inicialmente atribuidas al fenómeno. Esa redefinición del hecho gentrificador, mucho tiene que ver con el carácter flexible del fenómeno, una mutabilidad lógica por otro lado, en cuanto en tanto, trata de explicar una dinámica urbana en constante evolución.
Los Gobiernos Locales como dinamizadores de la gentrificación
Vemos, también que no en pocos casos, aparece como activador de la gentrificación: un poder local público que interesado en la regeneración del área incide en su reconversión incentivando la instalación de determinadas infraestructuras o desarrollando ciertas estrategias de planeación urbana tendentes a modificar determinados espacios y buscando inversores privados para la zona.
Esas estrategias son diversas, desde el diseño de un plan urbano mediado por un organismo público o semiprivado, suelen ser organismos surgidos desde las administraciones locales en forma de empresas, consorcios o fundaciones, que no sólo hace operativa esa planificación sino que busca los canales de inversión para el capital privado. Los casos son numerosos entre estos podríamos citar los ejemplos de los Docklands en Londres, Puerto Madero en Buenos Aires o el proyecto Bilbao Ría en España.
Ese operador público, coludido con el poder político local y por tanto, con las mismas estrategias ideológicas sobre el futuro del territorio urbano que gestiona y gobierna, desarrollará una planeación concreta para la zona a gentrificar y para ello utilizará o situará algunos elementos como dinamizadores de la misma. En pocas palabras, del planeamiento se pasa al diseño de un artefacto concreto y determinado, usando los criterios urbanísticos. Así, podemos observar asociados a procesos de gentrificación, desde operaciones de sventtramento de zonas degradadas, la apertura de nuevas vías, la creación de nuevas plazas u otros espacios públicos, pasando por un redimensionamiento de las viviendas existentes, incrementando este y mejorando sus características, hasta la dotación con infraestructuras de todo tipo, ya sean culturales, de ocio, hoteleras o educativas, museos, universidades, teatros o centros de investigación, la promoción de suelo para empresas de un determinado sector o la turistización del espacio aprovechando objetos patrimoniales específicos.
De la operativa aplicada y de los numerosos ejemplos se desprende una diversidad y dinamismo en cuanto al proceso gentrificador en sí mismo y sobre su capacidad de accionar el recambio urbano que de nuevo nos alerta del carácter flexible y variable de fenómeno de la gentrificación.
Los Grupos Sociales como dinamizadores de la gentrificación
Más allá de la acción de los entes privados ligados al sector inmobiliario o la de los poderes públicos aliados con los anteriores, existen otros dinamizadores del proceso de gentrificación que marcan una pauta evolutiva diferente, en cuanto a la forma y en especial al tiempo del proceso gentrificador. Nos estamos refiriendo al papel de la ciudadanía y en concreto al de cierto grupos sociales. Se trata de un tema que requeriría de un mayor análisis pero que a tenor de algunos casos concretos ya estudiados responde a ciertas características concretas, estas son:
La existencia de una zona urbana susceptible de desarrollar un proceso de gentrificación en un futuro más o menos cercano se revela como una oportunidad de habitar un espacio real y asequible para ciertos grupos sociales, ya sea porque tienen escasos recursos, ya sea porque son y se sienten estigmatizados por la sociedad, esto porque ciertos colectivos han ganado visibilidad ante cambios operados en la sociedad, o porque esa instalación supone una cierta acción de rebeldía y de contracultura contra las formas más comunes de habitar, ya sea porque los instalados son capaces de crear redes sociales internas que facilitan la instalación de iguales del mismo grupo o ya sea porque los espacios a habitar pueden flexibles en cuanto a su morfología y pueden ser usados por actividades artísticas y creativas concretas.
Todas esas personas agrupadas en colectivos adjetivados de una determinada manera, según procedencia, origen, profesión, actividad, orientación sexual o por cualquier otra característica se convierte en activadores individualizados del paso de un territorio gentrificable a otro gentrificado. El arribo de esas personas, si bien responde, a la correlación precio y necesidad de vivienda, también significará un espacio donde el colectivo se puede visibilizar libremente, interactuando con el resto de los habitantes de esa zona y de la ciudad.
La visibilización es el resultado de la “toma” de esa área para el desarrollo de ese colectivo y por tanto, un espacio de normalización de su interacción con el resto de ciudadanía. Los efectos sobre el entorno no se harán esperar, ya que un espacio que acepta la diferencia es tolerante y estimula el desarrollo socioeconómico del colectivo que lo integra y crea sinergias en el resto de sus habitantes que no forman parte de esa minoría. Sin embargo, el desarrollo socioeconómico incide en la revalorización del espacio urbano y de las plusvalías que por este se pueden extraer. Este punto, a la larga, puede inducir a los operadores inmobiliarios interesados en la zona, desvinculados de la pertenencia a un colectivo determinado a activar el recambio, a través de dinamizar el mercado inmobiliario, de esos colectivos o grupos por otros, por una clase profesional urbana con características mucho más atomizadas en cuanto a un posible elemento en común entre ellos.
La operativa de esos grupos en el espacio urbano a gentrificar si bien suele ser individualizada, venden, compran, alquilan, restauran, abren negocios, etc., a mediano plazo crea una imagen de conjunto que identifica y determina las características de la zona para el resto de los habitantes de la ciudad. Es así como aparecen en la geografía urbana e incluso en el imaginario ciudadano zonas que reciben el apelativo de: el barrio de artistas, la zona gay, el barrio latino, etc.
La Cultura como dinamizadora de la gentrificación
La literatura sobre gentrificación ha señalado el papel de la cultura, como un elemento destacado en la construcción de los procesos de gentrificación. En este sentido, Zukin advertía del papel del capital cultural en los procesos gentrificadores y como los circuitos de este tenían una gran facilidad para entretejerse con las dinámicas del capital económico en estos espacios en renovación.
Hoy en día, a tenor de los diversos analizados se puede decir que el concepto de capital cultural es consustancial a un proceso gentrificador, probablemente por la capacidad de generar consumo tanto directo como indirecto que este tiene en las sociedades contemporáneas, como por el valor agregado que aplica tanto a servicios como productos. Muchos de los cuales, intangibles que al impactar en lo emocional son solicitados y requeridos en una sociedad ávida de estímulos y aprehensiones individualizadas, exclusivas y supuestamente auténticas. Así, vivir en un espacio con referentes patrimoniales, con elementos historicistas o en un espacio con actividad cultural activa que incentive el consumo, parece ser un requisito deseado en aquellos que ocupan espacios en proceso o gentrificados.
Artistas y arte como agentes gentrificadores
Conviene decir, que el papel de la cultura en los procesos gentrificadores, ha tenido en la instalación y producción de los artistas uno de los agentes más dinámicos. El conocimiento de los efectos de su presencia en un espacio central en renovación está perfectamente documentado para algunas ciudades estadounidenses y europeas, tanto es así que algunos estudiosos de la gentrificación argumentaban que los artistas en un proceso de gentrificación eran vistos como una “fuerza expedicionaria para la gentrificación de la ciudad central. Incluso este mismo autor mencionaba que el carácter de pionero de su actuación estaba ligado a la clase socioeconómica que iba a ocupar el espacio gentrificado a medio plazo, pues el artista aparecía como el valedor de esta en cuanto a la forma de apropiación del espacio que desarrolla y probablemente, como Zukin advertía, mostraba deseos de incluirse en esa clase.
La actividad y los planteamientos ideológicos de los artistas transformaban la fealdad del espacio gentrificable, recordemos en degradación, en fuente de admiración e inspiración que era susceptible de atraer a grupos sociales con rico capital cultural y además fácilmente aprehensible por los mecanismos de la economía de mercado para su comercialización. Así, el artista englobaría una categoría que hoy podría incluir a profesiones como el gestor cultural, el activista cultural, el artista plástico, diseñadores, escritores, creadores musicales, guionistas, etc., convertido en un sujeto atraído por el espacio urbano gentrificable, un barrio central, de clase obrera y repele el paisaje urbano que se deriva de la convencionalidad de la clase media en urbanizaciones de la periferia. Florida (2010) le otorga a todo ello una categorización denominada “estilo neo bohemio” que según él, en la actualidad adquiere plena consideración en cuanto a su papel transformador de los tejidos urbanos por su vinculación de lo que se ha llamado clase creativa.
Esa capacidad de transformación del espacio gentrificable por parte del grupo adscrito al concepto de neobohemia se deriva, como apuntábamos arriba, en la revalorización de numerosos aspectos que se concitan en el paisaje de muchos de esos barrios: el carácter obrero, lo fabril, lo prohibido y lo transgresor ahora visto como autentico y alternativo a lo establecido. Ejemplos de ello hay por doquier y se reflejan en la forma arquitectónica que muta con el proceso gentrificador: una antigua fábrica convertida en espacio de creación artística, un hotel de diseño en una antigua casa de citas, bares de moda en antiguos comercios tradicionales, el tejido comercial original substituido por negocios derivados de las industrias culturales y la moda; centros expositivos en hospitales decimonónicos, discotecas en lo otrora fueron talleres, etc. La recomposición de esos barrios se convierte en una fuente de acumulación de capital a través de su transformación en espacios de producción y consumo cultural.
El efecto gentrificador es incuestionable, ya lo alertaba Zukin, para el caso de algunas ciudades estadounidenses quien documentaba que un elevado número de artistas en una zona suponía niveles altos de gentrificación. Más recientemente Florida, planteaba la posibilidad de medir el papel regenerador ese tipo de actividad a través de lo que él denomina “índice bohemio”. La medición del mismo conllevaba conocer el crecimiento demográfico, la tasa de crecimiento de empleo e incluso, el nivel de penetración de las empresas tecnológicas.
¿Pero qué sucede cuando los espacios de producción y consumo cultural saturan el espacio gentrificado o simplemente entran en conflicto con la renovación inmobiliaria que siempre lleva implícito el proceso de gentrificación?
Las causas son diversas, aún y los pocos casos estudiados en detalle. Esta va desde aquellos lugares donde se presupone que la presencia de agentes culturales de todo tipo ha sido inducida como mecanismo activador y estos son expulsados por el aumento de precios e incluso por el exceso de oferta. Hasta lugares donde los colectivos de agentes culturales protestan porque son usados como instrumento de la especulación inmobiliaria asociada al proceso gentrificador.
Probablemente este caso, se trata de una especificidad en la serie de procesos gentrificadores, ya que la agrupación de los agentes culturales responde a la existencia de organizaciones, amalgamadas de ideologías ligadas a grupos en pro de la globalización e incluso anti sistema, que ven en la apropiación del espacio de un barrio en degradación, no tanto un proceso de gentrificación y si una posibilidad de construir una alternatividad urbana frente al peso del capital económico.
El patrimonio, las infraestructuras culturales y el ocio como agentes gentrificadores
Los análisis de fenómenos gentrificadores y el papel de la cultura en muchos casos se han centrado en el papel de los colectivos de artistas o agentes culturales similares. Sin embargo, pensamos que la mezcla de activadores de la gentrificación, poderes públicos locales, propietarios, agentes inmobiliarios y los colectivos, permiten discernir otro tipo de procesos de gentrificación donde también participa la cultura, entendida tanto en su dimensión empresarial como en su capacidad de generar infraestructuras.
Por ejemplo, cuando un poder municipal articula una planeación urbanística donde existe la instalación y la construcción de una infraestructura cultural, léase, un museo, galerías o centros de exposiciones se convierte en activadora de procesos gentrificadores. La inducción gentrificadora por parte de lo público activa el capital privado que actúa de forma atomizadamente renovando el suelo residencial y recuperando el espacio urbano con servicios y comercios pensados para una determinada clase socioeconómica. Ello ha dado algunos ejemplos muy notorios en ciudades europeas como sería el caso de la Isla de los museos de de Berlín, el eje cultural centrado en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, en la zona del Raval Norte en Barcelona, la ría del Nervión en Bilbao, gentrificada durante y tras la instalación del museo de la fundación Guggenheim, elemento clave de esa renovación urbana.
Asociado al hecho cultural, la presencia de un rico patrimonio o de una amplia oferta museística canalizada a través del turismo puede convertirse en una pauta de activación de fenómenos de gentrificación de profundo calado social e ideológico en sus consecuencias, ya que no sólo se expulsa a la población original sino que se recambia por otra capaz de costearse y asumir una idea preconcebida de espacio urbano tamizada por el peso de la historia o el fetichismo esteticista. Un caso paradigmático en este sentido, es el del centro histórico de Florencia en Italia. Aquí el papel del patrimonio cultural en el proceso de gentrificación deviene en efecto esclerotizante pues afecta a como se entiende una zona urbana concreta en función de un guión o una imagen, la de la Florencia renacentista, elaborada con el ánimo de atraer a turistas y visitantes. Los servicios que para ellos se generan servirán de punta de lanza del proceso de gentrificación obviando la realidad urbana existente y la evolución de la misma, que paulatinamente es defenestrada en aras de la creación de una imagen periclitada y supuestamente deseada tanto por turistas como por los nuevos residentes.
El uso del patrimonio histórico asociado al turismo como activador de un proceso gentrificador puede llegar a ser conflictivo en cuanto en tanto la imagen de lo que se desea por parte del planificador y las demandas de servicios de los habitantes del lugar ya sean recién llegados o antiguos residentes. El exceso por asumir una cierta imagen de renovación apoyada en el factor patrimonial deviene incluso como algo contraproducente cuando las demandas de los residentes son puestas en cuestión y olvidadas por el consumo abusivo del espacio por parte de visitantes y turistas. De igual forma, el exceso de carga turística puede provocar un aumento del valor del uso del espacio destinado al turismo, comercios, hoteles e incluso, según la fetichización del destino turístico, generando una serie de negocios exclusivos dirigidos a segmentos de público concreto. Es el caso de Venecia, donde los comercios de lujo aprovechando la singularidad y belleza de la ciudad han ocupado espacios centrales que son susceptibles de gentrificarse de forma abusiva, excluyente y sin vinculación con la dinámica turística y poblacional de Venecia.
En otros casos, un ejemplo perfectamente estudiado es el de Sarajevo, ese poder local favorece de forma indirecta la instalación de una determinada industria del ocio nocturno, subsidiaria de una industria cultural como por ejemplo la musical que segmentada y dirigida a un público determinado sirve de anclaje al fenómeno gentrificador en una zona concreta. La mutación urbana a través de la instalación de ocio se muestra como un fenómeno global de apropiación del espacio y de extracción de plusvalías valiéndose de estrategias de corporativización y marketing de marca y de las sinergias que este tipo de negocio genera, pues junto al ocio nocturno frecuentemente se instala un sector próximo al consumo cultural o de la restauración.
Aún y las diferencias en las formas empresariales según la ciudad y país, se están consolidando grupos empresariales compactos que a través de la marca, buscan la creación de áreas urbanas con entretenimiento capaces de ser puntos de atracción de carácter global, la cual conlleva a la construcción de hubs de ocio urbano asociados a tendencias musicales concretas o al desarrollo de festivales y eventos temáticos que buscan, tanto la especialización del área como que esta, esté en funcionamiento 24 horas al día y por tanto sea susceptible de ser gentrificada, aun cuando a veces eso suponga la expulsión de los centros de ocio que la activaron y un problema de civismo con los nuevos residentes que han acudido a la zona.
Otras veces, son las industrias culturales (editoriales, del sector audiovisual) o las grandes infraestructuras culturales las que se combinan con otro tipo de operaciones urbanas tendientes a la instalación del tejido empresarial corporativo que permita la revitalización de una amplia zona. Aquí coinciden los poderes públicos, los bancos y las grandes empresas dejando muy al margen a los pequeños propietarios o alguno de esos colectivos.
Se presenta una aproximación, a manera de estado del arte sobre el fenómeno de la gentrificación atendiendo con detalle al papel que juega la cultura en el desarrollo del mismo. Esta actúa como generadora de los mecanismos que impulsan la gentrificación. Se entiende como cultura aquello que tiene que ver con el patrimonio cultural en la ciudad y su gestión, con la presencia de arte y de sus agentes y con las infraestructuras y equipamientos que genera la cultura como espacios de ocio y consumo. El análisis resultante incide en la variabilidad de un fenómeno, por demás, muy flexible y mutable y en su carácter global, pues se atisba éste como inevitable en el devenir actual de las ciudades. La convergencia de ambos conceptos sirve para explicar muchos de los procesos de gentrificación que se dan en las ciudades contemporáneas. Gracias por su lectura y recuerden que "La Cultura, transforma vidas"
Bibliografía
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FLORIDA, Richard. Las ciudades creativas. Por qué dónde vives puede ser la decisión más importante de tu vida. Barcelona: Ediciones Paidos, 2009, 368 p.
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