Dentro del proceso de construcción de una política cultural debemos primeramente de entender qué es y cómo funciona la cultura en nuestro entorno social, partiendo de la base del sentir de pertenencia que crea la esencia de la identidad colectiva de una población determinada. La cultura es un adjetivo que está basado en el poder a partir de las diferencias, sirve para descubrir el modo de sentir y los significados de una sociedad en el tiempo, por medio de un valor articulado en estrategias de articulación colectiva que expresan prácticas, rituales, ceremonias, modos de percibir, representar y narrar (Appadurai, 2001). La cultura entonces es un proceso que se construye a partir de la experiencia y que involucra en su interior una generalidad de elementos simbólicos, lenguajes, valores, prácticas de sentido y subculturas que permiten el desarrollo social por medio de la interculturalidad.
Siendo conscientes de esos procesos sociales nos enfrentamos a una palabra que en su singularidad no logra cubrir la dinámica social que nos interesa y aquí es donde las culturas entendidas como un tejido interconectado de vivencias cobra notoriedad en el ejercicio de la cultura en sociedad.
Otro de los factores importantes en este escenario es el entender que esa diversidad cultural contribuye al desarrollo amplio de capacidades estratégicas de desarrollo y que involucra a los territorios en un encuentro simbólico entre nosotros y los otros con el objetivo de buscar los mejores caminos de convivencia en donde, de acuerdo a la Declaratoria Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas en 1948, nos dice en su artículo 27 que:
1. Toda persona tiene derecho a formar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios de que él resulten
2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora. (ONU, S/f)
Con lo anterior, el proceso de desarrollo social y político avanza hacia un modelo de crecimiento sostenible en donde la cultura entra no solo como un pilar esencial en su función sino que, entra a formar parte de los derechos esenciales de la ciudadanía, transformando la noción de interacción y vínculo social, económico y político. Entonces, más allá de la reclamación de derechos, la ciudadanía atañe a las nuevas formas de sociabilidad, el diseño más igualitario de las relaciones sociales en todos sus niveles (Dagnino, 1998). Esto deconstruye la perspectiva de gobernar, en un modelo de gobernanza que invita a la elaboración de políticas que colaboran y respalden el acompañamiento del Estado en la protección, aplicación y desarrollo de este derecho fundamental de la ciudadanía y que va más allá de simples espacios temporales.
Aparece en escena otra de las premisas importantes en el desarrollo de las políticas culturas, en donde el Estado debe de articular una planificación participativa, como mecanismo que busca el acercamiento de la población en la toma de decisiones sobre el uso de los recursos públicos destinados al desarrollo social y donde la cultura pueda tener un papel importante en los territorios y municipios. Ese proceso de concertación colectiva en donde las organizaciones civiles, la empresa privada, las universidades y las instancias públicas participen del proceso. Toda política pública va destinada a actores sociales delimitados por un territorio y condicionados a lo que desde su experiencia encuentran como gestionable en su capital cultural. Ricardo Santillán Güemes hace mención de una tríada: Cultura – Políticas Culturales – Líneas de Gestión Cultural (Santillán Guemes, 2009) y este ecosistema cultural presenta tres dimensiones interesantes que describen a los actores culturales que deben de participar en la confección de estas políticas:
1. Áreas y ámbitos de intervención específica en donde entran las artes escénicas, los patrimonios material e inmaterial, la artesanía, las identidades, la diversidad etc.
2. Sujetos productores, administradores, y difusores de actividades.
3. Espacios en donde se alberga y promueven o producen los bienes o servicios culturales.
Tomando estos aspectos en consideración e involucrando a los diferentes actores que componen al sector cultura se inicia con el estudio y recolección de información necesaria para el análisis contextual y situacional del territorio y sus pobladores con el fin de identificar el capital cultural y como este se puede aplicar al desarrollo social, educativo, de seguridad, económico y finalmente el no menos importante el político.
Considerando al Estado como uno de los protagonistas en la aplicación, velación y análisis de las políticas culturales, la voluntad política de habilitar y apoyar los espacios de diálogo es vital para la efectividad del acercamiento entre las autoridades y las organizaciones culturales.
Un factor a considerar en esta construcción de políticas culturales es la importancia de comprender la manera en que se relacionan los actores en la vida pública, entre las comunidades, los grupos e instancias de la sociedad civil y el Estado, se da en un marco de intrincadas relaciones y tensiones, donde ninguno de los campos es homogéneo en el pensamiento ni en la actuación (Long, 2007). Dejar de ver al Estado como una estructura rígida de paternalismo en donde funge solamente como proveedor, dará la posibilidad de ver aquellas líneas de poder y códigos relacionales para la confección de estrategias más asertivas en el avance del proceso de construcción, sin dejar de lado que es necesario tener claro el contexto en el que se desarrolla la vida social y la confección que este tiene de su función en la sociedad.
La acción entonces de las organizaciones sociales y su capacidad de agencia para identificar y desarrollar el saber actuar frente al Estado posibilitan tener acceso a recursos y oportunidades de dimensionar la problemática que se necesita solventar por medio del trabajo colectivo desde el interior de las organizaciones y de estas y el Estado para así generar agendas comunes de colaboración y apoyo en el alcance de los diferentes objetivos o acciones consensuadas en el proceso de construcción.
Desde esos espacios de observación común nacen ideales de funcionamiento que rompen con las barreras entre el sector social y los actores estatales, permitiendo la co construcción, co creación y el desarrollo de espacios colaborativo en horizontalidad, en donde el Estado no es visto como un ente superior inalcanzable y en donde los actores sociales pueden escuchar y ser escuchados, llegando a acuerdos, estrategias y prácticas viables en ambos sentidos. Los representantes estables, el respaldo de las autoridades durante el proceso, el aporte técnico, la continuidad y regularidad, las normas de convivencia claras y el trabajo colaborativo en aquellos aspectos consensuados, son factores que legitiman y dan éxito al proceso. Ese fortalecimiento de las relaciones desde los diferentes actores en el marco del respeto, la responsabilidad y el compromiso por el otro y su trabajo son los que determinan el avance en la planificación de las acciones para cumplir con los acuerdos, generando un vínculo de confianza que a mediano plazo con el termino de las agendas comunes puede generar otros espacios de trabajo que motivarán y potenciarán el desarrollo social participativo.
Entendiendo entonces que, una Política Cultural es un conjunto de principios operacionales, prácticas administrativas, presupuestarias y procedimientos que ofrecen una base a la acción cultural del Estado (UNESCO, 1969). Debemos tener claro que dichas políticas son universales en su protección, más cada Estado debe de adecuar y confeccionar sus políticas a raíz de esas valoraciones y elecciones particulares que funcionan en su accionar y que identifican realmente a la población y sus territorio. Es en este momento de participación social en donde se debe de tener claro cuáles son los actores a considerar en la participación y construcción y bajo qué territorios debemos de dirigir nuestra la mirada para una adecuada selección igualitaria de todos los ciudadanos, tomando en incluso a la minorías y aquellos vulnerabilizados. Con esto se asegura la construcción de una política cultural inclusiva en donde se involucren todos los procesos de construcción y creación comunitaria dentro de esa memoria colectiva del ser como agentes empáticos con los otros.
La finalización de esa co creación de políticas culturales llevará a la evaluación constante de su aplicación y a las reformas temporales necesarias para su apego y aplicación acercada a la realidad, en este parte del proceso constante de desarrollo entran agentes que en el mismo modo de participación del proceso inicial se involucran para el análisis, control y adaptación de esos modelos culturales que pueden servir o no en el tiempo y que apoyan el mejoramiento constante de las políticas culturales y su accionar social. «La Cultura, transforma vidas«.
Share on: WhatsApp