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Foto del escritorWil Jiménez Kuko

Del «Yo» al Nosotros», una cultura colaborativa

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La sociedad vista como el protagonista de las manifestaciones y experiencias que narran y entretejen la colectividad que la forman, en donde atraves del tiempo se crean y transforman símbolos y contextos que nutren la identidad social y cultural de un territorio, trae desde siempre actores que respaldan y transmiten esos conocimientos a las nuevas generaciones que continuarán con ese legado identitario que diferencia al uno del otro. Ese conocimiento que viene impregnado de una gran diversidad de formas de expresión, sobresaliendo en este caso la cultura.


Vista en el siglo XIX como una expresión para cultivar el alma en donde solo algunos privilegiados podían disfrutarla, transformandose a finales del siglo XX en una herramienta importante de transformación social y actualmente como el cuarto pilar del desarrollo sostenible de los pueblos, la cultura es sin duda un apartado importante para analizar y estudiar, desde sus funcionalidades y retos particulares.

Y es que a la hora de sumergirnos en los aspectos que dificultan y amenazan la viabilidad cultural hacia el desarrollo, nos encontramos con uno que parece ser una constante en el campo y que a pesar de ser conocido por todos, pasa diariamente de forma desapercibida en el quehacer cultural de sus actores que con o sin intenciones lo practican como algo natural en su labor, hablamos del individualismo, del «yo» como eje central de la función cultural.


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¿Por qué el individualismo?

El individualismo o el «yo» como forma de pensamiento, no solamente es una aspecto a considerar en el ámbito cultural, pues su practica ya es común en la cotidianidad social. El vivir alrededor del «yo» sin importar lo del «otro» debiene de una sociedad polarizada y egocentrica en donde mi desarrollo y éxito estan por encima del de otros, asumiendo mi condición como unidirecionaria a mis intereses y pensamientos, cerrando toda oportunidad de aceptación y/o pertenencia de otro diferente a lo que soy y pienso.

Esta condición se sumerge en el sector cultural como una forma de trabajar el arte desde mi perspectiva unilateral sin ver el quehacer del otro y si este me es funcional o no en el desarrollo de mis activiades u objetivos que tal vez sean semenjantes o iguales. Y no solamente estamos hablando del sector cultural a nivel general, pues en cada línea del arte esta imposición aparece; fotografía, música, teatro, danza, pintura, etcetera, incluso en la misma gestión cultural y adminitración de organizaciones culturales el individulismo prevalece y se ve acompañado muchas veces del «yo hice», «yo logre», «yo soy», y demás frases egocentricas que dañan gravemente el deselvolvimiento y alcance de la cultura desde su más simple objetivo de transformación social.

Olvidamos entonces, el porque de la cultura y como y donde se genera, pues esta claro que para hacer cultura debemos de pensarla en colectivo dentro de su diversidad. Es en lo común, en la construcción comunitaria y la identificación social, en donde la cultura toma su razón de ser y de donde los actores que trabajan en esta, toman el insumo para su propuesta creativa.

Muchos pueden ser los factores que motivan a la individualidad, que muchas veces por malas experiencias, la deslealtad, la incapacidad de trabajar en equipo, las diferencias de pensamiento, o simplemente el poco interés en conocer a los otros, optamos por asumirla de forma consciente o inconsciente.


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En lo común, pensar en «nosotros»…

Lo cierto es, que esta practica daña considerablemente la posibilidad de generar proyectos, propuestas y condiciones optimas de desarrollo cultural que permitan realmente desde la implementación estratégica ese cambio social que queremos alcanzar. Si ya de por si, las autoridades guberanmentales no ven a la cultura como un eje prioritario de desarrollo en su plan de gobierno, esta situación agrava el problema pues desde lo interno del sector no aportamos o colaboramos para que esto suceda pues cada quien toma lo que necesita para su actividad y listo, más las necesidades y problematicas van más allá del si logro o no hacer lo que me interesa.

Debemos ahora iniciar con un cambio radical en la forma de hacer cultura, promocionarla y gestionarla. Las nuevas organizaciones culturales planteamos y gestionamos la participación colaborativa, abordamos el «nosotros» en búsqueda de apropiación, cooperación, constancia, sostenibilidad y conocimiento, este último como un disponible transferible. En donde, se enfocan en la concepción de los bienes comunes como parte esencial, y se fundamentan en fuentes de intercambio y participación distribuidas, bajo premisas y acuerdos de los diversos actores y que no necesariamente tiene que haber un lucro.

Para la activación de la participación colaborativa existen diferentes fuentes que aportan a su desarrollo:

  1. Lazos con los entes territoriales y con las comunidades

  2. Visibilización de buenas prácticas

  3. Conectar con la emoción – seducir y enamorar

  4. Capacidad instalada, comunidad empoderada, formación de gestores

  5. Alianzas, red, construcción colectiva, cooperación. La alianza es continuidad.

Los procesos culturales participativos pueden ser la piedra angular de impacto social en barrios y comunidades, ya que generan movilidad social y se convierten en factor que desbloquea la institucionalidad en un sector y el individualismo como barrera principal de gestión. Dejar de pensar en el «yo» y empezar a trabajar en lo conjunto, en lo grupal, pensar en red, actuar con los otros, vernos desde el «nosotros», es la manera más eficiente y eficaz de generar realmente un impacto social y mejorar las condiciones del sector cultura, ser escuchados y validados como ese pilar del desarollo social en donde los actores culturales somos protagonistas y representantes del terrotorio y en donde no cabe el suicidio cultural sino más bien un florecimiento de las oportunidades y fortalezas del trabajo colectivo, en comunidad para que el bien común beneficie el individual, recordando siempre que «La Cultura, transforma vidas».


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