Seguimos con la segunda parte del tema que ya hemos desarrollado en una publicación anterior en donde conversamos sobre los niveles de fidelización y algunas estrategias que nos ayudarán a entender y a gestionar los públicos en nuestros proyectos. continuación les dejo el enlace de la primera parte:
En esta segunda parte analizaremos como las estrategias de captación y vinculación nos permitirán organizar mejor la forma de abordar a nuestros consumidores, generando no solamente la decisión de asister a nuestra actividad, sino también asegurando que esta acción se repita con futuros productos de nuestra irganización.
Las estrategias de captación tienen como fin introducir al cliente en el consumo de una actividad cultural específica. En términos del comportamiento del consumidor, pretendemos que el proceso llegue a la decisión de comprar/asistir y para ello debemos emplear nuestros conocimientos sobre cada una de las fases que integran el proceso para conseguir inicialmente dos objetivos:
Seleccionar al público adecuado (aquel que sabemos que va a estar satisfecho con el consumo de nuestro producto).
Dirigir su proceso hacia la decisión de compra.
El principal reto que se nos plantea en este ámbito consiste en romper la barrera de la percepción, es decir, conseguir que el consumidor se plantee el consumo del producto cultural como una alternativa en el momento de decisión de consumo de ocio. En el consumo de actividades culturales los beneficios buscados más frecuentes por los consumidores son: entretenimiento, desarrollar una afición, aprender, ver artistas conocidos y relacionarse con amigos. Si tenemos en cuenta que nos estamos dirigiendo a un público que nunca ha consumido una actividad cultural, entendemos que será especialmente difícil que, para satisfacer las necesidades expuestas, se plantee ir a un museo o un teatro.
El reto, por tanto, reside en conseguir captar la atención del consumidor y que este pruebe el producto que le ofrecemos, solo así podremos iniciar la vinculación con nuestra organización.
Esta difícil misión ha de estar basada en el conocimiento del mercado. Las investigaciones desarrolladas en este ámbito nos indican las siguientes claves:
La imagen de la organización cultural: para los consumidores es muy importante compartir las actividades culturales con personas parecidas a ellos, de su mismo estilo.
Los servicios culturales se caracterizan porque los públicos consumen simultáneamente la misma actividad. Es decir, que en la asistencia a un concierto, multitud de consumidores comparten la adquisición del servicio, generando las denominadas relaciones de concomitancia (relaciones que surgen del consumo simultáneo por parte de varios consumidores de un mismo servicio).
Desde esta perspectiva, debemos buscar que el consumidor se identifique con el tipo de público que consume el producto cultural que ofrecemos. En este caso, estudios sobre la imagen de nuestros consumidores por parte de los no consumidores puede resultar especialmente reveladora. Por ejemplo: si los asistentes a películas de un festival de cine tienen imagen de «intelectuales y modernos», esta imagen va a servir como factor de atracción de un público y de rechazo para otro. Debemos plantearnos que imagen tenemos de cara a nuestros públicos y en qué medida es la que deseamos tener.
2. La percepción es selectiva: los medios de comunicación de masas difícilmente alcanzan por sí solos a algún consumidor nuevo.
Aunque lo más frecuente es que todos los públicos estén expuestos a la misma información; aquellos consumidores que nunca han disfrutado un producto cultural determinado es muy difícil que perciban (y aún más difícil que retenga) la información ofrecida. El consumidor está expuesto a cientos de impactos informativos diarios, múltiples propuestas de compra, pero solo presta atención a aquella información con respecto a la cual tiene algún tipo de referencia que la distinga.
En este ámbito, debemos tratar de actuar en aquellos aspectos que pueden posicionarse en la memoria del consumidor:
A través de acciones educativas: con centros, acercando al cliente al producto cultural.
A través del entorno: los colectivos con los que el consumidor interactúa, entre los que ocupan un lugar especialmente destacado los amigos, con los que el consumidor comparte su tiempo de ocio.
Las estrategias que se pueden desarrollar en este ámbito pueden ser muy diversas, lo importante es tener claro qué queremos conseguir. La creatividad del gestor cultural para diseñar estrategias que atraigan al consumidor se pueden plantear en las siguientes líneas:
La primera experiencia de consumo es fundamental, si no resulta satisfactoria será difícil conseguir un consumo de repetición.
Colaboración con otras organizaciones para el desarrollo de una demanda genérica.
Desarrollo de estrategias de colaboración con centros educativos que faciliten romper la barrera de la percepción.
Potenciar las estrategias de consumo en grupo.
Inicio de base de datos de clientes desde su primer consumo, que nos permita trazar estrategias sobre la gestión de relaciones con la organización desde su inicio.
Para implementar estas estrategias, es importante tener presente el modelo de comportamiento del consumidor, que basará su evaluación de satisfacción del servicio exclusivamente sobre el consumo, y sobre esta experiencia global va a basar su futura decisión de asistencia. Además, si la experiencia ha sido satisfactoria, se empezarán a consolidar las bases de la relación sobre dos variables: el compromiso y la confianza.
Estrategias de vinculación
Una vez iniciado el cliente en el consumo del producto cultural, se inicia una nueva fase: la vinculación. El cliente ya cuenta con una experiencia en el consumo del servicio, y si su satisfacción global ha sido positiva habremos conseguido dos objetivos:
Romper la barrera de la percepción, de manera que la decisión de consumo futuro es bastante elevada.
Iniciar la construcción de las relaciones con el cliente.
El paso de público ocasional a público activo está marcado por la aparición de una relación de tipo emocional con el cliente, de tal manera que en su relación con la organización comienzan a valorarse aspectos que no están relacionados exclusivamente con la satisfacción del producto: el cliente se identifica con la marca, confía en la selección de productos que le ofrece la entidad cultural y se preocupa por el futuro de esta, ya que esta forma parte de sus planes de ocio.
El objetivo que va a marcar la gestión de esta fase en las relaciones va a ser desarrollar vínculos entre el público y la organización hasta alcanzar el máximo nivel de cooperación deseado por este. Las relaciones en este ámbito tienen las siguientes características:
En general, resulta sencillo intensificar las relaciones en esta fase. Las investigaciones demuestran que, en el ámbito cultural, los consumidores habituales consumen muy intensamente si se gestionan adecuadamente.
En la medida en que se consume con mayor frecuencia, la satisfacción de los públicos aumenta: conoce cada vez mejor cómo consumir el producto, planifica mejor su consumo, busca la información en el momento y lugar apropiados, realiza las reservas sin problemas, etc. En definitiva, el cliente conoce los procesos de la organización y le resulta más cómodo su uso.
Comienza a fortalecerse el compromiso y la confianza en la organización.
– Confianza: es el deseo de realizar intercambios con una organización en la que se tiene seguridad. En la compleja construcción del concepto «confianza» tienen cabida aspectos relacionados con la calidad percibida del servicio. Incluso algunos autores llegan a afirmar que, para los servicios, sería recomendable incorporar este concepto entre los ítems que miden la calidad percibida del servicio (Leiden y Hyman´s 2004; Garbarino y Jonson, 1999). – Compromiso: es el deseo de mantener una valorada relación en el medio o largo plazo. En este sentido, Russell (2007) considera que los consumidores comprometidos o consumidores «socios» (aquellos que presentan una relación más cercana con la organización y un mayor nivel de compromiso) se encuentran motivados para mantener la relación debido a la existencia de un sentimiento de vinculación y sinceridad en sus actitudes personales hacia la organización, y desde esta perspectiva afirma que el compromiso resulta vital para la creación y preservación de relaciones con el mercado, representando una faceta actitudinal clave. Fullerton (2005) identifica dos dimensiones bien diferenciadas en la configuración del compromiso: una actitudinal y otra contractual.
4. El incremento de las relaciones con el público hará que este sea cada vez menos sensible a las acciones de otras ofertas de ocio alternativas y más sensible a las acciones de la organización cultural.
Las estrategias que se han de desarrollar para vincular a los públicos pueden ser muy diversas, tanto como la realidad a la que se enfrenta cada gestor. Algunas acciones que pueden ser útiles en este sentido son las siguientes:
Construcción de una base de datos que contenga información actualizada sobre la audiencia escénica. La aplicación de las nuevas tecnologías a este ámbito es muy amplia, existen múltiples programas, desde los más sencillos a los más sofisticados que nos pueden aportar información sobre múltiples ámbitos del proceso de compra: cuándo compra, cuántas veces repite, cómo prefiere pagar, etc.
Desarrollo de estrategias de vinculación adecuadas a los beneficios buscados por los consumidores. Estamos asistiendo a un proceso de «acoso al consumidor» del que debemos huir. El gestor cultural tiene que tener siempre presente que la vinculación de clientes debe pretender aportar valor al consumidor (en las múltiples facetas posibles: desarrollo de una afición, aprender, compartir con amigos, etc.) y además, se ha de buscar alcanzar el máximo nivel de relación que éste desee: no todos los clientes quieren ser público socio. Partiendo de esta premisa, las posibilidades que se ofrecen son múltiples.
Cooperación con agentes de interés: alianzas de marca y cobranding. En el desarrollo de actividades de vinculación puede resultar altamente enriquecedor colaborar con organizaciones externas, que nos pueden aportar valor. La experiencia en cultura pone de manifiesto la importancia de la imagen del producto cultural en el consumo: no solo se consume por el placer o el disfrute, sino también por la imagen que el entorno percibe del producto o servicio. En este sentido, existen múltiples experiencias de alianzas estratégicas en el sector del ocio con organizaciones muy diversas que nos pueden permitir conseguir dos objetivos:
a) Atraer a los públicos de la marca cooperante. b) Atribuirnos valores de la marca con la que cooperamos.
Una vez iniciado el cliente en esta segunda fase de vinculación, el proceso de decisión del consumidor se ve alterado en dos dimensiones: por una parte, ya cuenta con varias experiencias de consumo, conoce la organización y valora lo que hace. Con todas las variedades de vinculación o compromiso con la marca que podemos encontrar en esta dimensión, resulta especialmente importante cómo se ve modificado el proceso de decisión de compra futura, concretamente las futuras intenciones de asistencia. El compromiso y la confianza son ahora los factores que explican la decisión de asistencia futura, y no la satisfacción. Lo que nos indica que, si nuestra intención es conseguir un colectivo de público vinculado, debemos actuar sobre estas variables, haciendo uso de las estrategias mencionadas.
Para esto entonces debemos de ser conciente de como gestionamos y realizamos estrategias de acercamiento con los públicos, con el fin de fidelizarlos y alcanzar las metas planteadas. El gestor Cultural debe velar porque estas estrategias sirvan de insumo para la evaluación del proceso, buscando siempre la mejora de las acciones para maximizar los resultados en futuras aplicaciones. Espero esta información les haya servido de ayuda en sus labores de gestión y planificación, y recuerden siempre que ¡La Cultura, transforma vidas!
Referencias
MIQUEL, S., BIGNÉ et al. (1997): Investigación de Mercados. McGrawHill, Madrid. MOLINÉ, M. (1988): La comunicación activa. Deusto, Bilbao. MOORMAN, C., ZALTMAN, G. y DESHPANDE (1992): «Relationships Between Provides and Users of Market Research: The Dynamics of Trust Within and Between Organizations». Journal of Marketing Research, n.º 29 (agosto), pp. 314-328. MÚGICA, J. M. y RUIZ DE MAYA, S. (1997): El comportamiento del consumidor. Ariel Economía, Barcelona. MURRAY, J. (1999): Hamlet en la holocubierta. El futuro de la narrativa en el ciberespacio. Paidós Multimedia, Barcelona. NATIONAL ENDOWMENTS FOR THE ARTS (1997): Citado por KOTLER, P. y SCHEFF, J.: Standing Room Only. Strategies for Marketing the Performing Arts, pp. 41. Harvard Business School Press, Boston. NICOSIA, F. M. (1968): La decisión del consumidor y sus implicaciones en el marketing. Ed. Ariel
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